Mucha gente dice que nos hemos vuelto locos con los selfies, que tomar un selfie bajo el agua roza la locura, que buscamos llenar vacíos y obtener reconocimiento por la belleza a través de los demás.
No voy a entrar en si esto es así cuando estamos hablando de las fotografías de superficie compartidas compulsivamente en las redes sociales, pero desde luego, no se aplica a los buceadores.
Un selfie subacuático rara vez te muestra bien. Ahí estás tú con media cara tapada por la máscara, poniendo morritos para aguantar el aparato que llevas metido en la boca y sin sonreír; porque sonreír, lo que se dice sonreír no es posible.
En la calle, se aplican filtros para disimular las imperfecciones. Tú tienes que editar tu selfie subacuático para no parecer un pitufo.
En la superficie, tienes tiempo ilimitado para buscar la mejor luz, hacer caritas y pasar horas haciendo múltiples versiones del mismo selfie.
¡E intenta sacarte una fotografía con un pez maravilloso de fondo y mantener la flotabilidad al mismo tiempo! Cuando lo logras, el pez ya se ha ido y tú tienes cara de ¡OPS!
Sinceramente, creo que los selfies submarinos son una forma de amor propio. Pero, por supuesto, hay que hacerlos bien. Y eso es lo que vamos a aprender en este artículo.